lunes, 21 de abril de 2008

Pinochet, continuación.

Hoy me centraré en la millonaria fortuna del ex dictador que, como oí decir a la hija de Allende en una entrevista televisada, tanta riqueza material, dispersa por distintas plazas financieras del planeta, es difícil- imposible, añado yo - explicar por el sueldo de un militar. Afirmación profunda y juiciosa. Extensible, pienso yo, no sólo a un militar que se alza por la fuerza con el poder de un país situado en el cono sur del Nuevo Mundo; sino, también, a este lado del mar, incluidas nuestra España con sus numerosísimos municipios y alcaldes, ministerios y ministros, jefes de gobierno central y autonómico, Casa Real...; la Palestina actual pero, principalmente, la del difunto Arafat; nuestros vecinos y buenos amigos, el reino de Marruecos y la Francia de Chirac, sólo por citar unos ejemplos próximos. Porque, los dineros públicos, en cualquier lugar del mundo, constituyen la Hacienda Pública, los dineros de todos. Sus recursos o ingresos no son ni constituyen patrimonio particular de nadie. Sin embargo, son abundantes los" personajillos" relacionados con la política de cualquier color que cuando llegan por primera vez a un cargo público, están como vulgarmente se dice "con lo puesto". No tienen nada. Para luego, cuando salen, lo hacen como propietarios - si no a su propio nombre, si al del cónyuge u otro testaferro - de propiedades múltiples, hijos estudiando en caros colegios o en el extranjero, coches, negocios diversos, etc. En resumen, como personas ricas. Para mí, en estos casos, su patrimonio o enriquecimiento me parece tan ilógico e ilegítimo como para la hija de Allende resulta el de Pinochet. Además, de igual calificativo.

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Este blog es el medio de expresar mis particulares reflexiones e ideas sobre la realidad que me rodea, así como las sugeridas por la lectura de libros y artículos de prensa. No es crítica literaria, no tengo conocimientos para ello. Expongo , tras muchos esfuerzos, lo que mi corazón me dicta. No es mi intención la de ofender ni herir a nadie. Tampoco, pues, me gustaría ser objeto de heridas u ofensas por discrepar con mis particulares opiniones y gustos.