Pinochet, murió “sin haber sido legalmente condenado por un tribunal humano”, alegato de los muchos detractores del ex dictador chileno. Luego de leer esta noticia, ha venido a mi cabeza "Las tierras flacas", novela del mejicano Agustín Yáñez y de su personaje don Epifanio Trujillo, muerto de repente durante la hora de la siesta. Sujeto que de la nada, pues arriero fue en sus comienzos, termina convertido en patriarca y amo absoluto del lugar. De este libro, uno de los capítulos más interesantes fue el titulado "El juicio". A mí, concretamente, uno de los trozos que más me gustó fue el dedicado a los descargos que don Epifanio hacía en su defensa ante el supremo tribunal de Dios. Una larga y detallada lista porque muchos son los cargos en su contra. Pero, curiosamente, el patriarca sabe, o al menos lo intenta, justificarse delante de Dios con argumentos y razones bastantes convincentes, al menos desde un punto de vista muy humano.
Ello me lleva a la siguiente conclusión: Para nosotros, los comunes mortales, esto de juzgar a los demás es tarea harto difícil, porque la objetividad fruto del conocimiento exhaustivo de hechos y circunstancias no es moneda ordinaria en ninguna parte del mundo.
Ello me lleva a la siguiente conclusión: Para nosotros, los comunes mortales, esto de juzgar a los demás es tarea harto difícil, porque la objetividad fruto del conocimiento exhaustivo de hechos y circunstancias no es moneda ordinaria en ninguna parte del mundo.
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