lunes, 7 de julio de 2008

¡Qué cosas...!, octubre 27, 2004

No se me ocurre título mejor para comentar la noticia que acabo de leer sobre la posible dimisión de Alfonso Cortina hasta ahora presidente de Repsol, como consecuencia del cambio de gobierno habido en España tras el 14-M. Es significativo- pienso- que este señor y otros parecidos a él, presidentes y alta ejecutiva de importantes compañías españolas, pudieran mantenerse en sus poltronas luego de la crisis que puso por los suelos la cotización de las empresas por ellos dirigidas. En especial a las que, como Repsol, tenían grandes intereses en Ibero América. Entonces, me asombró que los máximos ejecutivos de las empresas que atravesaron estas situaciones graves no fueran "castigados". En España- creo- no hubo una sola dimisión ni tampoco cambios en sus ejecutivas. Las medidas que casi siempre se tomaron fueron las encaminadas a la reducción de costes vía disminución de plantilla. ¡Vamos, lo fácil y lo de siempre! Nunca se vieron cuestionadas las estrategias ni la excesiva concentración de riesgos, en países de reconocida inestabilidad socio económica y política. Pero, mira por dónde, lo que no pudo una gestión dudosa de alto riesgo empresarial, lo puede la posibilidad de colocar a uno de los suyos en un buen sitio. Porque, sencillamente, al parecer de eso se trata; y, por tanto, los méritos y características que adornen al nuevo gestor serán similares a las del que se ha ido. Quizás sería más adecuado “lo han echado".
Particularmente, sigo sin entender cómo en una empresa privada de tal magnitud, entre cuyos socios están el BBVA, la Caixa, etc., puedan darse tales circunstancias. Las de antes como las de ahora.

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Este blog es el medio de expresar mis particulares reflexiones e ideas sobre la realidad que me rodea, así como las sugeridas por la lectura de libros y artículos de prensa. No es crítica literaria, no tengo conocimientos para ello. Expongo , tras muchos esfuerzos, lo que mi corazón me dicta. No es mi intención la de ofender ni herir a nadie. Tampoco, pues, me gustaría ser objeto de heridas u ofensas por discrepar con mis particulares opiniones y gustos.