No sé; no lo sé, repito, si para los demás de este país en el que me toca vivir, la Administración de Justicia sigue teniendo la credibilidad y confianza que correspondería tener en tal institución, pero que yo voy perdiendo a pasos de gigante, viendo las imágenes que, con harta frecuencia, nos enseñan los telediarios. En este caso las correspondientes al juicio que se está celebrando en la Audiencia Nacional contra un componente de la banda terrorista ETA.
Por cierto, en lo que va de año, el tercero de los juicios contra el mismo asesino, aunque por distintos crímenes. Todos perpetrados hace ya algún tiempo, pero ahora es cuando están siendo juzgados. Cometidos todos ellos con significativas muestras de crueldad y cobardía. Y todo para llegar a unas sentencias y castigos que jamás, nunca, se verán cumplidos. Por favor, ¿para qué tanto número?El juicio del crimen al que aludo, cuyas imágenes he visto ayer, se cometió hace doce años. ¡Qué lenta, Señor, es la justicia de los hombres en esta tierra llamada España! Para, encima, tener que ver la soberbia descarada del asesino, moviéndose con total desfachatez y consentida arrogancia, dentro de la cámara de seguridad colocada en la sala de justicia en la que se le juzga. ¡Qué sarcasmo! ¡Qué seguro y protegido se siente el tal! ¡Qué satisfacción la suya, y la de los suyos, ver todo el sistema a sus pies, y poder mostrar su olímpico desprecio!
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