Lo de las trece fincas vendidas por la infanta española, cuyo DNI consta en las escrituras formalizadas, es
decir, en los trece contratos públicos que fueron suscritos ante notario y posteriormente anotados en el Registro de la Propiedad, pone al descubierto, según creo, la actitud exenta de profesionalidad de muchos de los fedatarios públicos, ante los
cuales los ciudadanos nos vemos obligados a suscribir, en documentos intervenidos por ellos, nuestros acuerdos y operaciones
para darles ejecución y legalidad .
Ahora , cuando el azar en forma de juez instructor machacón, requiere de más
datos oficiales para seguir instruyendo la según parece interminable causa contra Urdangarin-InstitutoNóos , pieza separada del caso Palma Arenas, pero en la práctica, ariete contra la Casa Real española, resulta
que, de súbito, surge la evidencia que ni somos todos iguales ante el gran hermano del Fisco Español,(
algunos con patente de corso), ni los por ley facultados a legitimar los contratos verificando no sólo la identidad de los firmantes, sino también la legalidad de los acuerdos, omitieron mirar si coincidía la
foto del DNI,pasaporte o tarjeta de residencia, etc. con la persona que decía ser su titular. ¡Qué historias hay que oir!
Consecuentemente, según van desvelándose nuevos escándalos económicos
financieros, fraudes a la Hacienda
Pública por entidades y personajes de envergadura, la parcialidad de fallos y sentencias de muchas causas judiciales, las posturas de incivil rebelión de las autoridades de algunas de las Comunidades autónomas, en fin, ese enorme etcétera cuya sola enumeración me cansa, me lleva a la conclusión que si, España fuera un saco habría que ponerle del
revés y sacudirlo fuertemente para que se desprendiera toda la porquería acumulada,
y, luego, meterlo en una lavadora con el programa más profundo de
limpieza y dejarlo secar al sol purificador. Pero, ¡España no es un saco!
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