En los últimos libros leídos, se ha dado la coincidencia de estar protagonizados por niños y adolescentes. Hablo de "Marcelino Pan y vino"(España), "El Capitán y el enemigo"(Reino Unido), "Cuán verde era mi valle"(Reino Unido), "Las aventuras de Tom Sawyer" (EE.UU.) y "Tierra fecunda"(Francia). En todos ellos, ambientados en distintos países y épocas, se hablaba de la formación religiosa de los niños como parte fundamental de su educación. Adiestramiento que comenzaba en el propio hogar a cargo de sus padres y familiares más próximos y luego era completado fuera, en la escuela, parroquia o escuela dominical, etc. Estas obras son reflejo de la importancia vital que antaño se daba, en la educación de un niño, a su formación en principios y valores de la fe Cristiana. También contrasta la austeridad de medios en que eran criados, cómo ayudaban en las tareas domésticas desde muy temprana edad, e inculcado el respeto y obediencia a sus mayores y maestros, y el amor a la Naturaleza.
Aquí en España, en los últimos veinticinco o treinta años, hemos derivado, según pienso, a una situación bien distinta a la descrita en estos libros. De cuyas nefastas consecuencias estamos teniendo muestras con la proliferación de casos de violencia en las clases - preocupante en según que zonas del país, en la llamada Escuela Pública. Así como otras noticias que leo sobre padres que se ven obligados a denunciar las agresiones físicas y verbales de sus propios hijos; aumento de embarazos y su corolario de abortos en muchachitas cada vez más niñas; las estadísticas que denuncian el aumento creciente del consumo de drogas; así como algunos sucesos de crueldad infinita protagonizados por adolescentes y jóvenes. Hechos, en suma, que nos alertan de que algo va mal, que algo ha fallado, que algo hemos y SOBRETODO estamos haciendo mal. Pero ¡qué muy mal! ¿Verdad?
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