Hace días que no escribo nada. Estoy leyendo una novela histórica sobre el Antiguo Egipto. Pero ahora no toca hablar de ello. Hoy mi fuente de inspiración es la lectura, en Periodista Digital, de los editoriales de seis periódicos españoles acerca de los resultados de las elecciones al Parlamento Europeo, celebradas el domingo. Las opiniones allí vertidas, pienso, vienen a redundar en la falta de objetividad generalizada existente en los medios de comunicación. De modo que, incluso antes de leerlos, intuyes el camino o términos que seguirá la línea editorial, fiel a los dictados del grupo editor y, por tanto, independiente de su compromiso con la verdad y con sus lectores.
Cada uno ha reflejado en las argumentaciones de su editorial las favorables al partido apoyado, y omitido, con extrema parcialidad, datos de interés imprescindibles para un análisis objetivo de la cuestión. Manera efectiva de arrimar el agua a su molino. De este modo quedará envuelta bajo oscura nebulosa la abstención de dieciocho millones de votantes españoles que renunciaron a su derecho y no sabremos, no interesa saber, las causas reales que les animaron a ello. Como tampoco conviene hablar de la necesidad de abordar de inmediato cambios en el método actual empleado, ley D’Hondt, en la distribución de votos.
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