Continúo con el ejemplo del sector financiero español.
Me limitaré a retrotraer al presente algunos de los más significativos, o mayor contraste, de los hechos ocurridos en este sector, en los últimos años. Actos que evidencian las estrechas relaciones existentes entre el poder económico y el político. En numerosas ocasiones, difíciles de diferenciar. Lo cual les hace co- responsables del presente desaguisado. Dicho de otra manera, “todos pecadores”. Reafirman esta creencia– pienso - las medidas tomadas para la operación llamada de rescate del sistema financiero español. Especialmente por los modos anunciados para su puesta en práctica; rodeados – como siempre - de opacidad y secretismo. Pues, acaso sabemos ¿quiénes serán sus destinatarios ?, ¿cómo?, ¿para qué, cubren solvencia o liquidez?, ¿por qué así?¿qué ha pasado?, ¿los controladores y sus controles, donde están?,¿por qué no han funcionado?¿aún funcionan?, ¿funcionarán?... ¿Quién lo sabe?, ¿responsabilidades?, ¿responsables?...
Medidas, en sintesis, ante la cuales muestro mi falta de confianza como solución del problema real: la codicia exacerbada de esos pocos, cuyos nombres encontramos repetidamente en el panorama económico financiero y político de esta España de mis amores y desamores, en las últimas dos décadas, haciendo y deshaciendo, con entera libertad e impunidad de acción, siempre espléndidamente retribuidos y recompensados, e independiente de resultados y de lo acertadas o irracionales de las medidas y efectos de sus prácticas empresariales. Contando para ello con los medios de comunicación, que han sabido , con eficacia, soslayar, minimizar o exaltar hechos y personajes . Y a quienes, entiendo, sería preciso, también, pasar proporcional factura.
Seguiré.
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