lunes, 28 de diciembre de 2009

Los inocentes de hoy (Los niños y las separaciones matrimoniales)

Ayer estuve leyendo sobre lo de la española presa en EEUU y el “crimen” por ella cometido que, según un juez de aquella nación, merece  condena de catorce años de cárcel. Espero que  los tres años que lleva le sean computados en la pena.

Pero, vayamos al asunto. Hoy, 28 de diciembre, se conmemora a “Los Santos Inocentes”, fecha en la que la tradición católica  recuerda a los niños muertos por los esbirros de Herodes, siguiendo sus órdenes. Ello me ha traído a la mente a la niña, hija de la presa, una criatura de padres separadosUna de las muchas que existen hoy en España; esos inocentes destinatarios de unas leyes hechas por  teóricos juristas cuya interpretación personal de jueces y fiscales, en la práctica real,  los ha convertido  en un objeto de reparto entre sus progenitores. Es decir, el hijo como un todo divisible al cincuenta por ciento entre sus padres. Así, el inocente,  es obligado por  un acuerdo legal o decisión judicial a repartirse entre papá y mamá los fines de semana, las vacaciones de verano, la Semana Santa, las Navidades, etc., o en resumen, ahora con la una y la próxima vez con el otro. Esto es la regla generalizada en separaciones y divorcios. Pienso que con su aplicación para nada se tiene en cuenta al niño y su circunstancia individual. Por ejemplo, si es un bebé o niño chiquito que por naturaleza común a los mamíferos, en esas etapas de la vida está forzosamente  vinculado al progenitor hembra de la especie. No,  legisladores y jueces, despreciando la Naturaleza, equiparan el rol del macho con el de la hembra en el cuidado de la prole; y, consecuentemente, consideran justo y hacen legal la custodia compartida  y que los niños deambulen entre uno y otro, o de una a otra casa, y su desarrollo emocional y psíquico fluctué, constantemente, entre dos ambientes en muchas ocasiones enfrentados y en beligerante discrepancia. ¿Eso es bueno? ¿Justo para la criatura? Pienso que no. Que jueces y fiscales deben  involucrarse más en la resolución de estos conflictos y con justicia (pero también rapidez) fallar a favor del progenitor con mayor aptitud natural y méritos demostrados o demuestre, por su entrega y dedicación, para la obra  de crianza y educación de sus hijos. El juez ( la justicia), creo, debe tener la obligación de averiguar  si se está utilizando a  los niños por uno de los ex-cónyuges para fastidiar al otro, o para quedarse con la vivienda o con los bienes comunes del matrimonio. Y, dado el caso, sancionar con máximo rigor el incumplimiento de las asignaciones mensuales y de los compromisos establecidos para la manutención de los hijos. Incumplimientos que, como vulgarmente se dice, caen en saco roto. Se incumplen y no les pasa nada a los que los incumplen. 

Y, para terminar,  querría señalar  cómo algunos de estos procesos  de separaciones o divorcios, principalmente en las causas que hay niños de por medio terminan siendo una fuente inagotable de dinero para abogados y procuradores de escasa entidad moral; quienes, a sabiendas de lo que hacen, aconsejan mal a sus en apariencias “defendidos”, y/o hasta llegado el caso, les inducen al continuo planteamiento de nuevas reclamaciones y pleitos judiciales que justifiquen el cobro de sus minutas de honorarios. Gentes, indudablemente, sin ética ni moral alguna. Que sólo ven el ejercicio de su profesión como medio para ganarse bien la vida, sin importarles para nada el triunfo de la justicia ni el bien del prójimo, aunque ese prójimo, en último término, sea un niño.


oooOOOooo

4 de noviembre de 2022: La muerte de una criatura asesinadapor uno de sus progenitores, en este caso por su madre, vuelve a ser noticia y también objeto de polémica y politización, circunstancias que desvirtúan, según creo, el verdadero quid de la cuestión: la indefensión de los niños y de la continua arbitrariedad en las decisiones judiciales de que son objeto en las múltiples causas de separación y divorcio que se llevan a cabo en España, que en este suceso tenemos un ejemplo.

En las separaciones y divorcios con niños de por medio, por regla general, éstos se convierten en materia de reparto, del mismo modo que los bienes patrimoniales. Y no es, ni debería ser así, porque un niño no es una cosa, es un ser vivo que siente y padece, y precisa, además, según su edad, de distintos cuidados y atención.  Y aunque las leyes de género pretendan negar  las evidencias, hay diferencias clamorosas entre el progenitor varón y la hembra, provistos éstos por la sabia Naturaleza (para mí por Dios), de particulares atributos  en su función de procreación y conservación de la especie. Atributos y roles que son obviados muchas veces por los jueces, en su afán de conciliar  sus fallos y sentencias a satisfacción de las partes litigantes.

Del mismo modo, es decir alejados del sentir del niño o niña en cuestión, en los casos de la compartida, son las criaturas las que se moverán continuamente de la casa de uno y otro padre. Es decir, ellos, los adultos, deciden disolver la unión conyugal, pero son los pequeños, los hijos, quienes soportarán los continuos traslados de un hogar a otro. En algunos casos por semanas, otros por meses, y hasta por días. Y cuando lleguen las vacaciones y fiestas, pues más de lo mismo, ahora con el uno, luego con la otra, independientemente de los deseos del niño, pues éstos no cuentan. En resumen, siempre con la mochila o maletita a cuestas.

Situación que puede revista mayor “incomodidad” para el pequeño ser cuando en sus dos hogares compartidos tenga alguien “no deseado” reemplazando la figura del papá o la mamá, y la existencia de hermanos que sí tienen el privilegio de un lugar fijo con padre y madre.

Resumiendo, de los pequeños nadie (ni legislador, ni jueces, ni fiscales ni abogados, ni mediadores,…) se acuerda, nadie los tienen en cuenta, pues con el fin de dar contento a los progenitores o a uno de ellos, tal como en el bíblico caso de la sentencia salomónica son partidos por la mitad.

Y aunque el comentario se hace demasiado largo, no puedo dejar de hablar acerca del negocio que para mucho abogado sin prejuicios morales son, al presente, las causas de separación y divorcio. Convertidas, intencionadamente, en eternas fuentes de ingresos para ellos. Demandas, recursos, reconvencionales, etc. … Interminables litigios que a la larga son ganados por aquella de las partes con superior capacidad económica, capaz de soportar el chorreo continuo que constituyen las minutas de abogados y procurados, así como las tasas y costas judiciales.

 

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